lunes, 13 de enero de 2014

Dólar: por qué el ‘oficial’ nunca alcanzará al blue

A mayor brecha, se produce un menor estímulo para vender al exterior y liquidar dólares. 


Y si antes de empezar lo que hay que hacer, empezamos lo que tendríamos que haber hecho?”, solía decir Felipe, el pragmático amigo de Mafalda y uno de los maravillosos alter ego de Quino. 

La frase cae en el momento justo. ¿Alcanzará el dólar oficial la escurridiza cima que dibuja permanentemente el dólar blue? ¿O será el billete informal e ilegal el que se ‘dignará’ a tomar un valor que comulgue con los intereses del Banco Central? Parece difícil que alguno de estos dos escenarios tenga lugar. En rigor, la velocidad de uno y otro engañan: la distancia parece haber llegado para quedarse, porque es en ese diferencial –y en el libre juego de la oferta y la demanda– donde se cifra una de las dos características que definen al ‘blue’ (la otra es la informalidad).

El dólar oficial ha ganado en velocidad: desde que asumió Juan Carlos Fábrega el timón del BCRA, el tipo de cambio acumula una suba de 67 centavos, superior al 10%. Para el dólar blue, las cosas no han sido demasiado singulares: en lo que va del año se alza 9% en los $ 10,90. Como referencia, habrá considerar que en 2013, el dólar –en pesos oficiales– saltó 32% al tiempo que las reservas descendieron más de u$s 10.000 millones y e dólar informal un 46%. Arguyendo la falta de competitividad de la economía –algo que en rigor es acertado máxime en el caso de las economías regionales– Fábrega ha lanzado su ultimátum: hay que achicar la brecha.

Por mencionar uno de los problemas que trae una distancia demasiado importante entre un valor y otro, la cotización del blue influye sobre los incentivos que operan en el sector agroexportador para vender los granos y que los exportadores liquiden sus dólares en el mercado de cambios. 

Hoy, por cada dólar que vende al exterior el productor sojero, el Gobierno le paga $ 4,34. Con esos pesos, el productor podría querer dolarizar una parte de su liquidez, pero cuando quiere hacerlo, necesita teóricamente otros $ 6,56 para completar la compra de un dólar blue. Si bien la última semana necesitaba $ 5,87, esta cantidad se ha incrementado en los últimos días. Así, la brecha que existe entre el dólar-soja y el blue es de 151%. A mayor brecha, menor estímulo para vender al exterior y liquidar dólares. A mayor devaluación, más estímulo para que el agro retenga los granos: es un reaseguro que está atado a esa devaluación.

Por otro lado, el blue tiene vida propia: en algunos tramos de su ciclo histórico, prácticamente superó el 100% de brecha con el oficial; en ocasiones sufrió de escasez de oferta o de fuerte demanda. Hoy la distancia entre uno y otro es de 63%, pero de persistir los ’saltos’ en la cotización probablemente la brecha se amplíe. Son dólares del sector privado, ahorros, etc., que como cualquier mercancía, tiene un precio que lo pone el mercado (oferta y demanda). En momentos de alta volatilidad, una referencia de la que se sirve el mercado es la relación que existe entre los dólares de las reservas y la base monetaria (pesos). Al margen de considerarlo una medida que resultaría poco relevante en un contexto de estabilidad cambiaria, hoy, según los analistas de Economía y Regiones ese valor teórico se ubicaría entre los $ 12,10 pero existen algunos estudios que hablan de un valor de $ 17 si se toman en cuenta los pasivos a la vista y en dólares, es decir, los dólares que las entidades financieras tienen depositados y que pertenecen a los ahorristas, los que a su vez deben depositar en el Banco Central (encaje). Para quitarle representatividad al blue, el Gobierno ha puesto nuevamente en marcha el “dólar financiero” o “dólar bolsa”. Se trata de una operatoria legal, que le permite al ahorrista vía la compra-venta de títulos, dolarizarse pagando un valor que hoy, gracias a la intervención de la Anses, se encuentra en los $ 9,55. De esa forma es que el Palacio de Hacienda quiere “acercar las puntas”, dándole mayor liquidez al Mercado Electrónico de Pagos (MEP) que es donde se negocia el dólar financiero. Sin embargo es poco probable que eso suceda o que, al menos, el MEP (intervenido) lleve a que el blue adopte un valor similar: el ADN del billete informal es distinto –incluso– que el del “dólar bolsa”, porque mientras ésta última trata de una operatoria legal, registrada, que no podría realizarse si los recursos provienen de la informalidad, aquella representa lo contrario.

En la traducción, si en una primera instancia el Banco Central intervino el mercado oficial restringiendo a otros ‘actores’ para controlar precio y cantidad, ahora el mismo Gobierno, vía Anses, busca intervenir este segundo mercado, también oficial para ‘marcarle’ un valor al blue. Pero lo más probable es que el blue mire para otro lado.

El último viernes el dólar blue tocó los $ 10,90. Mientras el dólar oficial tiene un papel central ya que es la cotización de referencia para el importador o incluso sirve de base para calcular el dólar turista, la cotización del dólar paralelo también influye la evolución de algunos mercados. En muchos casos, los actores económicos (familias y empresas) se guían por expectativas; en función de una serie de parámetros toma decisiones para preservar su poder adquisitivo y, si puede, incrementarlo, maximizando esas decisiones.

Un ejemplo de cómo repercute la suba del ‘blue‘ se encuentra en el sector inmobiliario: las propiedades compiten con el dólar como reserva de valor. Si se quieren pesificar los precios del mercado, entonces la referencia va a seguir siendo la moneda estadounidense. Volviendo a la estrategia del Central, si la devaluación en marcha buscó recuperar competitividad también ha puesto en evidencia que el diagnóstico del Gobierno de los últimos años no era desacertado: al pretender acomodar el tipo de cambio, los precios de la economía también reaccionaron al alza. En un hipotético escenario donde el tipo de cambio oficial devalúe 40%, y con una inflación que se anticipa cercana al 30%, la pretensión de negociar paritarias que tengan en cuenta una alícuota del 20% luce riesgosa: no sólo los salarios en términos reales descenderían, sino que también el consumo, el ahorro y la inversión harán otro juego.

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