viernes, 22 de noviembre de 2013

Primera señal del nuevo equipo: desdoblar sin desdoblar el dólar y subir las tarifas sin afectar el consumo

Las primeras declaraciones del ministro de Economía Kicillof y del jefe de Gabinete Capitanich apuntan a un diagnóstico claro: hay atraso cambiario, distorsiones de precios, pérdida de competitividad y economías regionales en peligro. Se tratará de evitar clásica fórmula de "devaluación y tarifazo"


POR FERNANDO GUTIERREZ

Juraron, asumieron su cargo y hablaron con la prensa. Algo que en todos los países resulta normal, aquí fue la noticia del día, e interpretado unánimemente como un cambio de estilo.

Jorge Capitanich y Axel Kicillof se fijaron el evidente objetivo de calmar la ansiedad ante la proliferación de rumores, y llevar tranquilidad en el sentido de que no habrá nada que pueda remitir a los clásicos "paquetes económicos" que casi siempre podían sintetizarse con la fórmula "devaluación y tarifazo".

Y si bien no hicieron anuncios específicos, se puede leer entrelíneas cuáles son los lineamientos principales que se manejan en el Gobierno en esta nueva etapa.

Para empezar, quedó ratificada una situación que muchos economistas reclaman desde el pasado lunes: que el jefe de Gabinete tenga influencia en el área económica y que haga las veces de "controller" para Kicillof, a quien el establishment económico y empresarial todavía no termina de ver con confianza.

"Existe un sendero transitable para comenzar a restaurar equilibrios y devolver sustentabilidad a la economía. Si el eje Capitanich-Fábrega logra imponerle a Kicillof pautas austeras de gestión monetaria, cambiaria y fiscal, habrá margen para una mirada más optimista", afirma el economista Federico Muñoz.

En cuanto a las primeras definiciones económicas, una primera señal positiva es que ambos funcionarios parecen compartir el diagnóstico -al menos en parte- que hacen casi todos los analistas. Es decir, que los problemas de la economía argentina son la inflación, la pérdida de competitividad derivada del atraso cambiario, la acelerada caída de reservas y las distorsiones que impiden que haya una alta tasa de inversión.

Claro está que otra cosa muy distinta es que los remedios que empiezan a insinuarse sean los que los analistas consideran adecuados para resolver estos problemas.

En cuanto a la inflación, hay dos puntos clave que resaltan en las palabras de Capitanich: el primero es la admisión de que el problema existe. Y el segundo es que sigue habiendo resistencia a admitir que la emisión monetaria para financiar el déficit fiscal sea el inconveniente a resolver.

La referencia del jefe de Gabinete a la existencia de "vivos que se apropian del excedente ajeno", así como su alusión a que la forma de evitar la suba de precios sea la de un análisis sectorial (y una negociación estableciendo una matriz insumo-producto) deja en claro que puede haber cambios de estilo pero no de fondo en cuanto a la política anti-inflacionaria.

A fin de cuentas, con formas más ásperas que las usadas por Capitanich, el concepto no es tan distinto del que exponía Guillermo Moreno.

Diagnóstico: hay atraso cambiario

Acaso la gran diferencia respecto del "viejo" paradigma venga por el énfasis con el que el nuevo "hombre fuerte" del Gobierno se refirió a las exportaciones.

El hecho de haber hablado de metas explícitas de suba en las ventas al exterior, con un objetivo de u$s95.000 millones para el año próximo no sólo luce ambicioso, sino que implica todo un cambio de mentalidad.

Para empezar, porque a diferencia de la "solución Moreno" para la inflación -que consistía en cerrar las exportaciones como forma de forzar un precio bajo en el mercado interno- ahora ya no se considera que la venta de productos al exterior sea una "variable de ajuste" sino un motor para el crecimiento.

Y segundo, porque la meta fijada por Capitanich implica en sí misma un diagnóstico sobre la necesidad de fuertes cambios: este año las exportaciones serán de aproximadamente u$s85.000 millones y los analistas pronostican una caída de 15% para 2014.

Es decir, Capitanich prevé que las exportaciones sean un 30% más que lo que están proyectando las consultoras privadas.

Y el diagnóstico del jefe de Gabinete se completa, además, con la necesidad de fomentar el crecimiento en los productos de economías regionales, precisamente esos que están sufriendo dificultades como consecuencia del atraso cambiario.

Por ejemplo, la producción de trigo cayó en 6 millones de toneladas respecto del año pasado, como así también la de una gran diversidad de productos.

Otros grandes "perdedores del modelo" son, precisamente, aquellos señalados por Capitanich como sectores a impulsar: la yerba mate sufre un descenso del 9% en su volumen producido. Y respecto del algodón -uno de los productos típicos del Chaco-, la superficie sembrada se derrumbó un 60% en apenas dos años.

En consecuencia, se puede leer entrelíneas que habrá un decidido intento por devolverle competitividad a estos sectores. Lo que no está claro es si se hará por la fijación de un tipo de cambio más alto para estos productores o si habrá algún aliciente por la vía fiscal, ya sea a través de un alivio impositivo o un subsidio.

En todo caso, los analistas advierten que no será fácil.

"Cuando hay un problema que afecta globalmente a la economía, es muy difícil resolverlo aplicando medidas sector por sector, porque así el Gobierno se convierte en un administrador de ganadores y perdedores y se generan conflictos", apunta Jorge Todesca, titular de la consultora Finsoport.

La meta de "desdoblar sin desdoblar"

Aquí es donde entra el gran tema de la agenda económica: cómo encontrar esa "solución general" que haga más atractiva la inversión, más competitivas las exportaciones y que, además, desincentive la salida de dólares por turismo, sin generar un gran salto devaluatorio.

Las primeras declaraciones dejaron la sensación de que el desdoblamiento cambiario formal es una opción descartada.

Kicillof enfatizó que no habrá alteraciones bruscas, y tanto él como Capitanich destacaron la necesidad de que el Estado sea quien determine el destino prioritario de los dólares.

Esto puede considerarse contradictorio con un mercado paralelo legal en el cual el público pueda volver a comprar billetes verdes en casas de cambio aunque sea a un precio alto.

La alusión de Capitanich a continuar con un "tipo de cambio flotante y administrado" sugiere que se mantendrá un único dólar oficial, acaso con una velocidad devaluatoria más intensa que la mostrada hasta ahora, como ocurrió en los últimos días.

Kicillof, en tanto, en respuesta a la apremiante situación de las reservas, enfatizó que hay que poner la lupa tanto en la alta demanda como en la baja oferta de dólares.

Es un argumento que va muy en línea con la posible vuelta al mercado de crédito internacional y con la búsqueda "desprejuiciada" de inversores externos.

Los analistas ven en este punto la posibilidad de que, sin desdoblar formalmente el tipo de cambio, se instrumente la posibilidad de que los inversores que traigan divisas del exterior puedan obtener una cotización más alta. Un instrumento que no todos ven con optimismo.

"Si se avanza por este camino sólo van a tener un resultado de corto plazo. Nadie trae capital para inversiones de largo plazo a un país donde se le ofrece un tipo de cambio discrecional que en cualquier momento se puede revertir", apunta Gabriel Caamaño Gómez, economista jefe de la consultora Ledesma.

"Lo cierto es que para resolver el déficit de dólares se necesita un flujo constante de capital y no administrar entradas chicas y puntuales", agrega.

Ajustes al modelo Nac&Pop

Entre los temas que han quedado claros es que llegará el fin para distorsiones que resultan políticamente insostenibles, como el "subsidio" al turismo y a la importación de autos de alta gama.

Ambos funcionarios fueron explícitos respecto de cómo por cada dólar escaso que va a estos rubros, es un dólar menos que se destina a la compra de insumos para la industria.

Así que, sea por algún nuevo cargo o por vías indirectas de encarecimiento, puede suponerse que habrá una "devaluación selectiva" para estos sectores.

En el caso del turismo, el efecto puede ser importante, ya que se espera un déficit de u$s8.000 millones.

El de los autos, en cambio, si bien representa apenas un 3% del total de patentamientos, es particularmente irritante para un proyecto que se autodenomina promotor de la redistribución de renta.

En la misma línea, Kicillof adelantó que se revisará la política de subsidios a los servicios públicos, otro tema altamente reclamado por los economistas, dado que este renglón ya representa el 5% del PBI y es gran responsable por la emisión monetaria.

Una visión bastante diferente a la que hasta ahora había defendido el flamante ministro, que siempre destacaba cómo dichos subsidios a los servicios públicos formaban parte de la política de estímulo al consumo, lo que a su vez lubricaba la rueda de la economía y así se generaba un círculo virtuoso.

El funcionario se enojaba con los críticos de la política económica. En especial con los integrantes de la clase media, que no querían reconocer que era una forma indirecta de incrementar el salario real.

Claro que lo que no explicaba en su argumentación era que ese beneficio no era igual "para todos y todas": favorecía en mucha mayor proporción a los de mayor poder adquisitivo.

Primero, porque cuestiones políticas y logísticas hacían que las tarifas fueran más baratas en Buenos Aires que en las provincias. Y segundo por un tema técnico: el subsidio del gas sólo era efectivo para la población con acceso a la red de cañería, mientras que quienes debían depender de las garrafas pagaban el valor real de mercado -y, por consiguiente, subsidiaban a los demás-.

Dos años le llevó a Kicillof tomar conocimiento de que "esto genera muy fuertes inequidades, porque las regiones más postergadas a veces terminan pagando el gas más caro". Pero, como dice el refrán, más vale tarde que nunca.

El otro aspecto importante de las primeras declaraciones que tuvieron los funcionarios fue el énfasis en "preservar el empleo". Es algo que puede ser interpretado en línea con la necesidad de más inversiones y también de un dólar más alto.

Pero lo que marca el antecedente de la gestion de Cristina es que cada vez que se hizo mención al empleo fue para justificar la necesidad de poner un "techo" a los reclamos de aumento salarial en las proximidades de las paritarias.

Todo indica que para moderar la inflación, el nuevo Ministro ampliará a toda la economía el experimento que inició en 2012, cuando "vetó" incrementos en algunas ramas de actividad por considerar que se ubicaban por encima de la variación de productividad del sector. 

Su desafío ahora es presentar el plan de tarifas más caras, dólar más alto, endeudamiento con los organismos internacionales y contención salarial sin que todo este paquete suene contradictorio con el discurso de la "profundización del modelo".

Al final, el supuestamente dogmático Kicillof está mostrando que aprendió de las habilidades retóricas de Cristina Kirchner: puede defender hoy lo opuesto a lo que defendía ayer y, en todos los casos, justifica su postura como la forma de favorecer un proyecto nacional y popular.


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