viernes, 25 de octubre de 2013

La caída de las reservas pone en jaque a la economía

Los elecciones no dirimen los problemas de la economía. La soja sigue siendo el principal paliativo para sostener un superávit comercial cada vez más acotado por la importación de energía


por HORACIO RIGGI

El complejo mundo Argentina se encamina a transitar, tal vez, los últimos dos años de kirchnerismo. 

No parece una tarea sencilla lo que se viene, de eso se está seguro. Sin embargo, lo que nadie puede asegurar es si para el Gobierno será más fácil acomodar los números de un país con inflación, déficit energético, enjuiciado por los fondos buitres y con un dólar paralelo que extiende cada día su brecha con el oficial, o mantener fieles a los diputados y senadores, los mismos que el pueblo votó para que los represente en un partido, pero que en este país suelen acomodar su discurso y pasar a la oposición sin ruborizarse. 

En principio, en el Congreso, nada debería cambiar. Si los resultados de las elecciones son los previsibles –léase, que el kirchnerismo pierde en todos los grandes distritos pero aún así puede mantener el control legislativo– el Gobierno contaría con el respaldo necesario para seguir aprobando las leyes que considera neurálgicas para sostener la gestión y encaminarse a las elecciones de 2015 con un candidato de sus entrañas y con posibilidades de extender el modelo inaugurado hace una década. 

Sin embargo, en materia política todo eso está por verse. 

Claro que mucho tiene que ver la economía en la política mundial, y a la Argentina en esto le corren las generales de la ley. La inflación, que el Gobierno siempre trató más de ocultar que de encontrarle una solución, está nítidamente a la vista. 

La receta para encontrarle una solución no parece sencilla. Si bien el ministro de Economía es Hernán Lorenzino, la sociedad tiene la sensación de que las herramientas para controlar los precios están diseñadas y aplicadas por el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno. 

Nadie duda de que Moreno tiene todas las intenciones de frenar la escalada inflacionaria, lo que se discute es si las herramientas que pone en práctica son las adecuadas. Dado los resultados, parece que no. De todos modos, creo que vale la pena preguntar se si frenar la inflación no hubiese tenido algún costo, en el empleo, por ejemplo. Porque hoy, al mismo tiempo que los precios suben, también suben los salarios y, por ahora, se mantiene el empleo. Es decir, en realidad, lo que está sucediendo con la inflación no es que los asalariados están más pobres, lo que ocurre es que la Argentina se está volviendo cada vez más cara, medida en dólares. De muestra sobra un botón: hay récord de turismo pero son más los argentinos que viajan al exterior que los extranjeros que llegan al país. En definitiva, la Argentina está cara en casi todos los rubros, menos lo que el Estado subsidia. Los servicios y el transporte son un ejemplo. 

Los números a septiembre están lejos de ser malos, y son, de alguna forma, una antesala, de lo que puede ocurrir en 2014. Según el estudio Orlando Ferreres & Asociados, “el desempeño que evidenció el sector industrial repercutió favorablemente en el conjunto de la actividad económica. 

Al aumento de la producción del sector automotor, provocado por la demanda local de autos, se sumó el desempeño de la producción de aceites. Además, el sector de la construcción se vio favorecido, principalmente por la mayor obra pública que se está llevando a cabo en un año electoral. La mayor dinámica observada en ambos sectores, el industrial y la construcción, alentaron la actividad comercial y el transporte. Por último, también contribuyó el resultado mensual de la intermediación financiera, que continúa en una senda positiva”, concluye el estudio.

Para 2014, los analistas, piensan que la inflación rondará el 20%, en promedio, un número que ya no asusta a los argentinos. Que así y todo, el país crecerá por lo menos 2% y que el problema de los fondos buitres se solucionará o no implicará grandes cambios en el corto plazo. El comercio exterior, si bien tiene saldo positivo, preocupa. La balanza comercial, sigue siendo positiva, pero cada mes cuenta con menos superávit. A tal situación hay que agregarle otros condimentos que no son del todo manejables: se depende de una buena cosecha, con precios altos de la soja, y del ritmo de Brasil. Si el país vecino, compra menos, o recae, la Argentina sentirá el impacto.

En materia energética el problema está a la vista. El país creció, es cierto, a un ritmo acelerado durante la década, pero las inversiones necesarias para producir más gas y petróleo estuvieron lejos de ser las necesarias. La consecuencia es letal. La Argentina hoy lo que gana por las archifamosas retenciones a la exportación de soja, lo pierde por importación de energía. Para este año, el déficit energético será cercano a los u$s 11.000 millones de dólares, y según los expertos, en 2014 ese número crecerá hasta los u$s 14.000 millones.

La puja entonces radica en cómo se sostiene una Argentina cara y con déficit energético sin realizar cambios bruscos. Por que ese cóctel implica la pérdida de dólares y de competitividad. La disparada del dólar paralelo, o blue, además de ser un negocio para pocos, es la mirada de las expectativas del ‘cruel mercado’. No se trata de buenos o malos. Se trata que nadie cree en el cambio oficial, que así como está beneficia más a los sectores ricos que pueden viajar al exterior y comprar autos importados, que a las arcas de una economía, que ve desangrar las reservas día a día.

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